¿Has pensado en pasar unos días en benitachell para hacer turismo? A continuación, vas a poder descubrir los monumentos más emblemáticos de este pueblo. Empezando por el ayuntamiento, un edificio compuesto por tres plantas y formado por una fachada de piedra tosca y de color blanco, donde se puede observar en la planta más alta un escudo que no deja indiferente a nadie. Continuando con la visita, te vas a encontrar con el Portalet. Se trata de una puerta que da acceso a la plaza de la iglesia desde la parte de atrás. El Portalet es la segunda entrada a la plaza del pueblo, y constituía la entrada al núcleo amurallado sobre el que se formó la primera población, alrededor de la iglesia. Durante la era medieval supuso una zona amurallada formado por el terreno más alto, los muros del templo y las casitas que se encontraban en la parte de atrás. Una vez que entras en el portal pequeño se puede apreciar un mirador con unas asombrosas vistas hacia la bahía de Xàbia, el cabo de Sant Antoni, el Montgó y la sucesión de montañas que llegan hasta el Puig Llorença.
Uno de los monumentos más afamados de este pequeño pueblo es la iglesia de Santa María Magdalena. Se trata de una parroquia situada en la zona más alta del pueblo. La iglesia parroquial está inspirada y dedicada a la Santa María Magdalena. Una vez dentro se puede observar que el blanco y el dorado son los colores de excelencia, formando un estilo barroco en el interior de este edificio. En la fachada de piedra tosca se puede apreciar una cúpula gigante con tejas azules y blancas. Por otra parte, cuenta con una torre campanario alargada y estrecha, donde se puede observar un reloj en la parte central y una cruz situado en lo alto de la torre. La combinación de ambos monumentos hace que Benitachell sea una de los pueblos más bonitos de la zona. Es recomendable visitar la iglesia de Santa María por la noche, ya que las luces que la iluminan la hacen aún más especial y bonita.
Otro de los monumentos más importantes de la zona es el Oratorio Jaime Llobell. Una ermita fundada en el siglo XIX por el sacerdote Jaime Llobell con la finalidad de amparar a los más necesitados. Tras la Guerra Civil padeció algún que otro destrozo, y en 1974 se mandó restaurar para convertirse en un lugar de culto. La ermita cuenta con un patio con plantas a su alrededor y bancos para sentarse.
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